
Un mercado municipal en deterioro, donde incluso una pareja de indigentes utiliza los baños como su casa, y calles sin asfaltar que provocan que los estudiantes enloden toda su ropa, son parte de los problemas del municipio Quisqueya, en la provincia San Pedro de Macorís, que requieren una solución urgente.
Desesperadas por la situación de los niños que van a la escuela, las mujeres de la comunidad se llenaron de valor y quemaron gomas para llamar la atención de las autoridades municipales y del Gobierno.
Se trata de una calle totalmente sin asfalto, donde un gigantesco hoyo lleno de basura da la bienvenida en el barrio Villa Vargasvila, frente a la escuela Josefa Guzmán Cornelio.
Según denuncian desde el centro escolar, los niños llegan empapados de lodo y hay madres que, cuando llueve, prefieren no enviar a sus hijos a la escuela.
Margarita Jiménez, presidenta de la Junta de Vecinos, explica que tiene nietos que asisten a la escuela y cuenta que, en días de lluvia, ni ellos ni los profesores logran entrar.
«Tocamos puertas y puertas y nadie nos abrió. Mire la condición, ya no tengo que explicar más», expresó.
Niños y madres se caen
«Los niños llegan con los zapatos llenos de lodo; otros se caen. Una madre embarazada se cayó hace días tratando de cruzar», relató.
Asegura que, pese a promesas, la calle nunca fue asfaltada.
Mercado deteriorado
A unos minutos de la escuela se encuentra el mercado municipal de Quisqueya, donde la humedad impregna las paredes y los techos dejan caer pedazos de pintura con cada lluvia. Los baños —espacios que deberían ser de uso público— se han convertido en el refugio improvisado de una pareja.
En medio del mal olor, estas dos personas buscan protección en un lugar que nunca debió convertirse en hogar. Su presencia, más que una anécdota, expone con crudeza el nivel de abandono que arrastra la estructura.
Mientras los vendedores intentan mantener a flote su actividad, la escena de la pareja durmiendo en los baños resume el problema.
Muchos de los comerciantes han pasado más de la mitad de su vida dentro de estas instalaciones. Evelyn Vigo es una de ellas. Empezó a trabajar en este mismo mercado a los 12 años, ayudando a su familia a cargar productos. Hoy, con décadas de experiencia, es testigo del deterioro progresivo del lugar.
«No solamente para los que trabajamos aquí, sino para el pueblo completo que viene a comprar», explicó. Vigo insiste en que el mercado necesita una remodelación urgente y un cierre adecuado.
