En el barrio La Mina todavía reina el asombro, el pánico y la tristeza. Los comunitarios no dejan de repetir que la suerte fue que todo ocurrió de día

También indican que el tanque había dado problemas y solo le colocaban parches

La mañana transcurría con tranquilidad y como de costumbre en el barrio La Mina, del municipio Consuelo, en la provincia San Pedro de Macorís, cuando de repente se escuchó un estruendo que estremeció a toda la zona.

Era el sonido de un tanque de un millón de galones de agua administrado por el Instituto Nacional de Aguas Potables (Inapa) que, segundo después, colapsó, provocando un fuerte temblor que hizo vibrar las paredes de las casas cercanas y derribó por completo al menos tres viviendas, dejando otras 10 afectadas y personas heridas.

Entre los afectados está Brian Alexander, quien recuerda los momentos de tensión vividos cuando se produjo el suceso. Su pequeña casa, construida de blocks y zinc, quedó totalmente colapsada. En el momento de la explosión se encontraba junto a su hermano Wander Vargas y su cuñada, identificada solo como Yesenia.

«El agua de la pared daba a mi cuarto. Yo salí como Dios me ayudó para auxiliar a mi hermano, porque el agua lo había atorado en el baño, y a mi cuñada», cuenta Brian, todavía conmovido.

«Eso fue algo que nadie esperaba. Yo salí loco de ahí, porque la pared me cayó encima. Gracias a Dios que me dio la fuerza para sacar a mi familia de ahí: a mi hermano y a mi cuñada», agrega.

Su familiar Olguita Pacheco recoge entre los escombros la ropa y los pocos objetos que pudieron salvar del incidente, que los deja prácticamente a la deriva.

«No hay nada. El inodoro, muebles, comedor, estufa, nevera, aire, secador… todo se perdió«, lamenta mientras sostiene algunas pertenencias húmedas.

La poca ropa que lograron rescatar la han colgado en tubosimprovisando percheros entre los escombros mientras intentan secar lo que el agua y el derrumbe de las viviendas no se llevó.

«Trabajamos en una zona franca y comiendo piedra fue que pudimos levantar eso, y mira ahora. Sin necesidad. Ese tanque no podía estar ahí; hacía mucho que tenía problemas. Varias veces botaba agua, venían, lo tapaban y seguía igual… hasta que pasó esto», se queja. 

En el barrio La Mina todavía reina el asombro, el pánico y la tristeza. Los comunitarios no dejan de repetir que la suerte fue que todo ocurrió de día.

La estrecha calle de entrada al barrio quedó cubierta de piedras, pedazos de blockslodo y polvo, obligando a los comunitarios y visitantes a brincar entre los escombros para poder pasar.

«Si eso pasa de noche, no queda nadie, porque nos íbamos a ahogar«, dice Olguita.