La diáspora apoya el desarrollo con inversiones

Un casamiento fallido cambió la suerte de Rafael Mariano Arán y le obligó a quedarse en su pueblo natal, San José de las Matas. Nieto de franceses que se instalaron allí, cinco de sus diez hermanos emigraron a Estados Unidos, algunos de ellos con más de 35 años residiendo en este país.
Arán cuenta con un empleo estable con el que mantiene a sus dependientes. Aún así, su familia le envía cajas de comida y algunas remesas que complementan sus ingresos, mientras atestigua cómo su pueblo -de 37,411 habitantes- se ha transformado con el tiempo: nuevos negocios, proyectos turísticos y residencias de segunda vivienda se han erigido gracias a las inversiones de los dominicanos ausentes. «Casi en todas las casas hay un familiar que viaja», manifestó.
Contrario a otras latitudes, donde la emigración sume a pequeños pueblos en el abandono, la diáspora dominicana ha mirado su terruño con visión, convirtiendo la nostalgia en desarrollo y haciendo de las remesas su principal impulso económico con la compra de bienes, el apoyo a sectores específicos -como el inmobiliario y el turístico- y el emprendimiento de negocios a gran escala que se convierten en oportunidades de empleo.
Destino de las remesas
Las remesas han crecido con fuerza en la última década. Solo 8,912.8 millones de dólares han llegado al país en los primeros nueve meses de este año, 79.8 % más que los 4,960.8 millones que llegaron al país durante todo el 2015, de acuerdo al Banco Central de la República Dominicana (BCRD).
Aunque una buena proporción de estos ingresos se queda tradicionalmente en el Distrito Nacional y Santo Domingo, el 34.2 % -3,047 millones de dólares- fueron recibidos por la región norte del país, siendo Santiago, Duarte y La Vega las provincias que tradicionalmente han recibido más remesas, seguido de otras demarcaciones como Peravia, San Cristóbal, Puerto Plata y Espaillat.
La necesidad, madre de la emigración
Solo San José de las Matas estaría concentrando alrededor de 200 millones de dólares en depósitos e inversiones fruto de las remesas, muchas de ellas reinvertidas en la cooperativa del municipio, estima la Asociación Pro Desarrollo de San José de las Matas.
La falta de fuentes de empleo por el cierre de los aserraderos tras la disposición del entonces presidente, Joaquín Balaguer, motivó a los serranos a trasladarse masivamente hacia los Estados Unidos a partir de la década del 60.
Esto lo convirtió en uno de los primeros municipios de todo el país en empezar la tendencia de emigrar a este destino que luego se daría en otros pueblos.
«Ahora mismo hay mayor desarrollo, pero menor población. Si antes teníamos una población de 78,000 habitantes (en la década del 50), ahora estamos en más de 33,000 habitantes«, puntualizó el presidente de la Asociación, Francisco Antonio Abreu.
Localidades como Inoa, La Placeta, El Rubio o La Cuesta ahora alojan cabañas turísticas, proyectos ecoturísticos de camping y viviendas de segunda residencia que buscan aprovechar la belleza natural de la sierra como activo para promover el descanso o el retiro, tanto de visitantes como de la propia diáspora oriunda de la zona.
«Usted ve una comunidad que en la década de los 70 era extremadamente pobre. Ahora uno va a esa comunidad y usted ve una yipeta, dos yipetas, casas con piscina… es decir, se ha transformado», agregó Luis Eduardo Peralta, miembro de la Asociación.
Los residentes se han concentrado en el municipio cabecera, donde la apertura de nuevos negocios, 16 restaurantes en operaciones y construcciones inmobiliarias reflejan el crecimiento imparable de esta demarcación.
Esta emigración ha generado tantas bondades como desafíos: la demanda de personas que se dediquen a la agricultura y a la construcción son cada vez más reducidos.
El auge inmobiliario
Demarcaciones como San Francisco de Macorís han logrado una expansión inmobiliaria a lo largo del tiempo que se ha traducido en una mayor demanda y generación de servicios en la ciudad.
«El crecimiento de San Francisco se lo debemos, en gran parte, a este tipo de inversión«, asevera el presidente de la Asociación de Constructores de San Francisco de Macorís, Alben Hernández. «El macorisano ausente que quiere tener su apartamento y su solar lo compra aquí; diferente a otras culturas que la gente se queda en otro sitio, el macorisano quiere tener sus cosas aquí», observó.
La proliferación de condominios, casas y apartamentos es evidente desde la entrada a la ciudad. Proyectos residenciales como Neftalí, Paseo del Río, Terranova Estates, Premium Residences y Gales -estos dos últimos de los más recientes y aún en construcción- se han desarrollado con estas inversiones.
A esto se suma la tendencia de invertir en alojamientos de renta corta, como Airbnb, cada vez más atractivos por la rentabilidad que generan y la facilidad de gestionarlo desde el celular-una ventaja para quienes residen fuera-, siempre que se cuente con alguien de confianza para administrar y recibir el inmueble en el país.
Hernández explicó que todas estas inversiones fueron aún más agresivas durante la pandemia de COVID-19, incentivadas por las ayudas otorgadas por el Gobierno de EE.UU. por la paralización de las actividades productivas.
Sin embargo, una vez las economías comenzaron a recuperarse, el incremento de los materiales de construcción importados, sumado a altas tasas de interés han generado, en la actualidad, un cierto estancamiento en la venta de inmuebles cuyos precios se dispararon.
«Un apartamento de cien metros cuadrados debe andar ahora entre 6 a 7 millones, pero ese era un apartamento antes de la pandemia que te costaba 3 millones de pesos», señaló el empresario.
Esto estaría llevando a los constructores a ponderar la opción de hacer unidades más pequeñas y funcionales -de 75 metros o menos- para hacer más asequibles las viviendas.
De la ida al retorno: negocios y emprendimientos de alto nivel
Como muchos otros dominicanos, María Marte dejó su natal Jarabacoa en búsqueda de nuevas oportunidades para migrar a Madrid, en el 2003. Hija de un pastelero y de una cocinera, consiguió trabajo en el Club Allard, donde comenzó fregando platos hasta destacarse y convertirse en la chef de ese restaurante, obteniendo dos estrellas Michelín y revalidándolas por su cuenta en el 2015.
Tras estos logros y una reputada trayectoria internacional, la chef decidió regresar a República Dominicana en el 2018 con un objetivo claro: desarrollar lo mejor de su talento en la ciudad donde empezó su historia.
Ahora Marte recibe a decenas de turistas europeos y de otras latitudes que siguen su carrera y que buscan degustar de sus platillos en sus restaurantes Hibiscus y Cayena, ubicados en Jarabacoa Country Club, dos emprendimientos que han incentivado el desarrollo de la gastronomía al nivel que lo demanda el turismo de lujo.
Desde estos establecimientos, Marte trabaja junto a un equipo de 22 personas que ha ayudado a formar en el área gastronómica, además de las ayudas en formación que provee a través de su fundación y de la Escuela de Cocina María Marte.
