Era un día cualquiera de noviembre 2005. La ciudad de Santo Domingo se movía a su ritmo. Carlos Rafael Medina Pimentel era uno de los que esa noche también andaba por las calles en su vehículo, como lo hace cualquier joven de 22 años. 

Minutos antes de que un aparatoso accidente cambiara su vida, había dejado en su casa a una joven a la que le dio “una bola” o “un empujón” como se dice en buen dominicano cuando alguien te encamina en el trayecto que llevas.

Del accidente en sí, no recuerdo nada, pero sí tengo claro que ese día estaba reunido con unos amigos, esa muchacha estaba ahí, la conocí ese día, resulta que cuando nos íbamos, ella me quedaba en el camino y me ofrecí a llevarla. De hecho, a ella es a quien llaman cuando tengo el accidente, pues me quedé con su número y la había llamado a ver si entró bien a su casa”. Carlos es gentil y esas son claramente cosas que hace sin interés.

El caso es que, la historia de sobrevivencia que hoy él cuenta a LISTÍN DIARIO, no está en su cabeza como dolor o frustración. Lo que conserva de aquella terrible noche es un agradecimiento eterno al merenguero Rubby Pérez. “Días después de lo ocurrido, es que me entero que fue él quien me salvó la vida. Ahí supe todo, pero en realidad, de lo que pasó, no recuerdo nada, y no era porque estaba ebrio ni nada por el estilo. Claro, había tomado un par de tragos, pero nada de excesos”. Quienes lo conocen saben que dice la verdad. Es un hombre muy transparente.