Jusety Pérez

Sin rumbo, sin consuelo y sin un lugar para honrar a sus seres queridos fallecidos, así es la dura realidad que enfrentan los familiares de las 12 personas desaparecidas durante la explosión ocurrida en agosto del año pasado en la provincia San Cristóbal.

Han pasado ocho meses y 18 días desde aquel trágico incendio que se cobró la vida de 38 personas. Mientras algunas familias pudieron sepultar a sus seres queridos, otras quedaron sumidas en la tristeza y el vacío de no recibir un cuerpo.

Rudelania Araújo, esposa de Juan Mateo Casilla, conocido cariñosamente como Bolívar, compartió que a veces le resulta difícil salir a la calle porque sus pensamientos están completamente absorbidos por la pérdida, lo que la distrae y desorienta en su camino.

  • «Es terrible. A veces trato de no salir. Mis hijas me dicen: ‘Mami, tú no vas a la calle sola’, porque hay ocasiones en las que salgo desde mi negocio a comprar algo y termino yendo a otro lugar, porque ni siquiera sé a dónde voy. A veces salgo sin rumbo», expresó Rudelania entre llantos. 

Agregó que en ocasiones observa a personas y las confunde con Juan, ante la incertidumbre de no haber podido tener un cuerpo para poder llorarlo y cerrar ese ciclo.

«Ya cuando tu sabes que está en una tumba, tu mente aterriza, eso es lo que pasa, nosotros no hemos podido aterrizar de esta realidad», sostuvo. 

Manifestó que lo único que le daría tranquilidad es que se conozca la verdad detrás de esta explosión, al entender que las autoridades del Ministerio Público han ocultado información al respecto y han guardado silencio sobre la realidad.

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Rudelania Araújo, esposa de Juan Mateo. (DIARIO LIBRE/ DANIA ACEVEDO)

Rudelania narró que el día de la explosión, su esposo de 56 años, acababa de regresar de almorzar y se reintegró a sus labores en la tienda textil Toledo cuando ocurrió el hecho. Este local fue uno de los más afectados y fue donde encontraron la mayoría de los fallecidos. 

La madre de Juan, Patricia Casilla, manifestó que no hay palabras para expresar el dolor que siente por la pérdida de su hijo y que lo único que necesita es respuestas de las autoridades, ya que «no fueron animales los que murieron ahí». 

Sostuvo que desde que ocurrió la tragedia no ha tenido paz y siempre dirige su mirada hacía la puerta de su casa con la esperanza de verlo llegar. 

«No es fácil, yo lloro. A veces digo, Señor, con la esperanza, si estuviera escondido y volviera», expresó la señora de 82 años, quien señaló que solo una madre puede describir el dolor que siente y que en muchas ocasiones ha deseado la muerte para no sufrir más.