Fernando Martínez.

La variante ómicron del COVID-19 suma más ‘fuego’ a la ya volátil situación del centro penitenciario de Rikers Island. Este jueves defensores de Derechos Humanos y líderes electos confirmaron que desde el pasado viernes en la noche, 200 internos iniciaron una huelga de hambre para presionar por la falta de atención médica y servicios en general, mientras la pandemia hace estragos en esa cárcel.

“La huelga de hambre que se desarrolla en el Centro Robert N. Davoren (RNDC), una de las ocho unidades en Rikers Island, es otro ejemplo de por qué la crisis humanitaria debe abordarse de inmediato”, clamó Joanne Page, directora de The Fortune Society en las afueras del centro penal ubicado en Queens.

Se pudo conocer que en cuatro dormitorios con unas 50 personas cada uno, los internos se han rehusado a comer desde el pasado 7 de enero. 

Además, todas las denuncian apuntan a que el acceso a servicios básicos es muy limitado, porque por lo menos 30% de los trabajadores penitenciarios de diferentes unidades, hasta este martes habían llamado enfermos.

De acuerdo con la descripción de los activistas, otros huelguistas se quejaron del frío dentro de los dormitorios de la cárcel, cuando las temperaturas cayeron por debajo del punto de congelación esta semana.

Portavoces de las organizaciones y otras iniciativas de soporte a la población penal, aseguran que más de 370 detenidos han dado positivo recientemente por el virus. Y menos de la mitad de los recluidos, están totalmente vacunados.

“Nunca antes Rikers había estado peor. No podemos describir lo que aquí pasa con el frío, la pandemia y la falta de personal”, relató Sharon Ferrer de la organización de defensa e integración comunitaria Exodus.

Los defensores también relatan que la pandemia ha obligado a “aislamientos prolongados” a centenares de grupos de privados de libertad, quienes por días, no han podido contar con actividades recreativas, ni acceso a la biblioteca.

Es una gran sala de tortura en donde por muchas semanas a unidades completas se les niega todo. Hasta salir a respirar”, dijo la salvadoreña Mariela Ceballos, en las afueras de la cárcel más grande de Nueva York, mientras esperaba alguna noticia de su hijo interno desde hace tres meses.